Cuando conocemos a un niño (más allá de que edad tenga) con un trastorno del neurodesarrollo, más que ver una lista de síntomas específicos, vemos como ese niño se ha ajustado a ese trastorno y como lo compensa. Por lo tanto al pensar en autismo, lo hacemos desde la percepción del efecto que ha tenido para ese niño las características de dicha condición.
Sabemos que la red social del cerebro está compuesta por estructuras que están activamente involucradas en los procesos que incluyen: la información social, las emociones y la conducta social. Estas áreas del cerebro se activan como respuesta a estímulos sociales, y si alguna de ellas sufriera alguna alteración la consecuencia sería una conducta social atípica.
Algunas de ellas se especializan por ejemplo en la percepción facial y son sumamente importantes a la hora de interpretar o detectar información social…
Clelia Reboredo. Fragmento del libro Guía Práctica para la Comunicación Social.