APRENDO CON CLE

Impulsando la comunicación en niños pequeños con TEA

Impulsando la comunicación en niños pequeños con TEA.

Cuando conocemos a un niño (más allá de que edad tenga) con un trastorno del neurodesarrollo, más que ver una lista de síntomas específicos, vemos como ese niño se ha ajustado a ese trastorno y como lo compensa. Por lo tanto al pensar en autismo, lo hacemos desde la percepción del efecto que ha tenido para ese niño las características de dicha condición.

En nuestro trabajo diario intentamos plantear modelos de intervención temprana en niños pequeños con TEA, donde se favorece fundamentalmente la tendencia espontanea de los niños a compartir experiencias con los demás. Sabemos que los niños con autismo tienen dificultades para iniciar interacciones sociales con las personas y suelen centrarse en una gama restringida de interés y actividades; impactando esto, directamente en la comunicación y el lenguaje verbal. Estas características están presente a lo largo de toda la vida, disminuyendo las oportunidades del niño para aprender y enriquecerse de las experiencias sociales. De esta manera el niño con TEA tiene menos oportunidades con las que construir su comprensión de los demás, de los contextos y del mundo que lo rodea.

Actualmente sabemos que los niños aprenden de forma activa y están probando constantemente hipótesis acerca de lo que sucede a su alrededor. Su conocimiento va creciendo en tanto y en cuanto se relacionan con personas y objetos. Es decir los niños pequeños son aprendices estadísticos, ya que hacen deducciones y predicciones que se basan en la información que obtienen permanentemente del entorno. De esta manera, cuando un niño se relaciona de manera atípica (interesándose más por los detalles y los objetos que por las personas) tanto el conocimiento como la construcción que el niño hará del mundo también será inusual.

Las primeras características del niño con TEA parecen indicar que los sistemas del cerebro que se ocupan del desarrollo socio-comunicativo se ven afectados. Estudios científicos demuestran que estos niños pasan menos tiempo mirando personas y que por lo tanto tienden a responder menos cuando son llamados por su nombre o se los invita a participar de una actividad. Sabemos también que los primeros años de vida son de gran importancia, ya que es la época de mayor plasticidad cerebral. Esto significa que la intervención temprana se presenta como un gran desafío para aprovechar dicha plasticidad a fin de disminuir el impacto que dichas características tendrá en su vida cotidiana. Por lo dicho hasta aquí, es importante saber cómo funciona el “cerebro social” para poder diseñar modelos de intervención tempranos y adecuados que favorezcan el desarrollo del niño con autismo.

Sabemos que la red social del cerebro está compuesta por estructuras que están activamente involucradas en los procesos que incluyen: la información social, las emociones y la conducta social. Estas áreas del cerebro se activan como respuesta a estímulos sociales, y si alguna de ellas sufriera alguna alteración la consecuencia sería una conducta social atípica.

Algunas de ellas se especializan por ejemplo en la percepción facial y son sumamente importantes a la hora de interpretar o detectar información social…

Clelia Reboredo. Fragmento del libro Guía Práctica para la Comunicación Social.

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